EN LA FIESTA DE LA CANDELARIA


Ella era
y nadie lo sabía,
pero cuando pasaba
los árboles se arrodillaban.
Anidaba en sus ojos
el Ave María
y en su cabellera
se trenzaban las letanías.
Ella era.
Me desmayé en sus manos
como una hoja muerta,
sus manos ojivales
que daban de comer a las estrellas,
por el aire volaban,
romanza sin sonido,
y en su almohada de pasos
me quedé dormido.

Gerardo Diego

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